jueves, 6 de diciembre de 2018

Empezó la búsqueda.

La investigación acerca de la vida extraterrestre en el contexto científico   

El análisis de nuestro tema dentro de un contexto científico debe comenzar con una clarificación importante. El debate concerniente a la autenticidad de los objetos voladores no identificados (UFO, por sus siglas en inglés) y su posible origen extraterrestre no cabe dentro del objeto que la ciencia busca designar cuando se refiere a la vida extraterrestre o inteligencia extraterrestre. Esa discusión cae fuera de los límites de la perspectiva científica e interdisciplinaria aquí asumida. Más aún, la imposibilidad de contar con un conocimiento público y validado científicamente de los datos reivindicados por los adherentes de los fenómenos UFO nos impide considerar el tema con un rigor adecuado.



3.1 La vida en el marco de la evolución cósmica   

Desconocemos si la vida es un evento único dentro de la historia cósmica, uno que ocurrió sólo en este remoto planeta, entre las 1011 estrellas que componen nuestra Vía Láctea, y que es a su vez sólo una de las 1011 o 1012 galaxias que probablemente pueblan nuestro universo; o si por el contrario, la vida es más bien un fenómeno extendido. Sabemos, por cierto, que su surgimiento requiere una increíble serie de pasos y condiciones delicadas en el espacio y el tiempo, cuya consideración no puede ser obviada si deseamos evaluar la posible difusión de la vida a escala cósmica.
Tampoco comprendemos si el conjunto de estas delicadas condiciones debe ser considerado como un evento altamente improbable o como un imperativo cósmico, asociado a la acción de un proceso o ley que inevitablemente guía los varios pasos de la historia del universo (cf. de Duve 1995). En otras palabras, no sabemos si la vida es un fenómeno universal y casi inevitable, que se reproduce a sí mismo donde sea que las condiciones lo permitan, como lo ha sugerido Christian de Duve o Manfred Eigen; o si la vida equivale a un mero número probabilístico y es el resultado del azar en la rueda de la ruleta de la evolución cósmica, un fenómeno sin ninguna significación, como lo ha sostenido lacónicamente Jacques Monod y Steven Weinberg. Pero la perspectiva filosófica intuye que la riqueza de la complejidad fenoménica de la vida, la teleología de su proceso, y su absoluta singularidad en comparación con la materia inorgánica, en conjunto tienden a impregnar la incidencia y el posible significado de la vida con categorías que deben superar la dicotomía simplista entre azar y necesidad.
Haciendo abstracción de las condiciones relacionadas con la formación de ambientes adecuados para la vida, que a su vez dependen de valores numéricos de las constantes de la naturaleza que regulan y determinan la estructura intrínseca del universo –condiciones que son usualmente discutidas en el marco del Principio Antrópico– resumiré aquí brevemente algunos de los pasos principales que deben preceder cualquier posible aparición de vida en el cosmos.
Los planetas candidatos para albergar una biósfera, entonces, deben tener una masa lo suficientemente grande como para retener gravitacionalmente una atmósfera, pero a la vez lo suficientemente pequeña como para enfriarse en un plazo de tiempo razonablemente breve. Planetas con una masa como la de Júpiter o Saturno, por ejemplo, no han concluido todavía su enfriamiento, por lo que no han formado aún una superficie sólida, aunque su nacimiento fue contemporáneo al de la Tierra (aproximadamente 4,6 miles de millones de años). Además, la distancia del planeta con respecto a la estrella central debe ser óptima, de modo que el planeta reciba de ella una cantidad necesaria pero no excesiva de calor. La estrella, por lo tanto, no puede pertenecer a un sistema multi-estelar binario (cuya incidencia es estadísticamente bastante alta), porque esos sistemas no pueden garantizar la estabilidad suficiente para la órbita planetaria.
Más aún, la evolución de la vida en un planeta en condiciones de albergarla también tiene sus propios tiempos de desarrollo. Obviando el tiempo necesario para la formación de los elementos químicos indispensables para la vida, tales como el agua, numerosos compuestos de carbono y oxígeno, y en la medida de lo posible, aquellos necesarios para dar forma a una atmósfera habitable, es preciso esperar también a la difusión de las formas de vida más simples. Mediante los productos de sus procesos bioquímicos, las formas de vida simples proveen a la biósfera de las sustancias necesarias para las formas de vida superiores, que son orgánicamente más complejas. Sabemos que el tiempo transcurrido en la Tierra desde la formación de los primeros microorganismos hasta la aparición de los mamíferos fue de no menos de tres mil millones de años. Si consideramos que el tiempo que separa el universo actual de sus fases más tempranas de altísima densidad y temperatura es con seguridad de no menos de 13 mil millones de años, debemos concluir que un tiempo cósmico significativamente inferior a éste habría sido probablemente insuficiente para permitir el desarrollo de formas de vida similares a las conocidas hoy en la Tierra..

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